sábado, 2 de junio de 2012

Cuando ser amable acaba a golpes


Esta mañana he leído esta noticia del periódico El Correo, de la edición de Vizcaya que me ha dejado con una sensación un tanto agridulce. Dulce porque los ertzainas han sido condenados pero agria al observar que te puedes llevar una paliza sin justificación alguna cuando menos te lo esperas.

Condenan a dos ertzainas por golpear a un joven que les hizo un gesto con el dedo




El juzgado de Instrucción número 2 de Barakaldo ha condenado a dos agentes de la Ertzaintza de la comisaría de Sestao a pagar sendas multas de 540 y 360 euros por golpear a un joven que les hizo un gesto con el dedo. Según la sentencia a la que ha tenido acceso este periódico, la declaración del denunciante es «más congruente» que la de los policías, que incurren en «contradicciones» y cuyo relato no ofrece una secuencia «lógica». Además, el testimonio del agredido se apoya en un informe médico de la clínica Quirón y otro forense que detalla las lesiones que sufrió: policontusiones, hematoma en el ojo izquierdo, rojez en la cara y el cuello y un tobillo hinchado.
Según la declaración del chico, que también fue denunciado por una falta de respeto de la que ha sido absuelto, los hechos se produjeron el pasado 21 de abril durante un control preventivo junto a la discoteca Rock Star, en el Megapark de Barakaldo, que celebraba una fiesta. Él iba de copiloto en un 'Peugeot 307' que conducía un amigo. Se quedó observando a los uniformados que iban armados con escopetas y estos le recriminaron que qué miraba. Cuando los ertzainas les indicaron que reanudaran la marcha, levantó el pulgar en señal de 'ok' y les guiñó un ojo, gestos que a los policías «no les sentaron bien».
Cuatro horas después, tras salir de la sala de fiestas, cuando se encontraba con su novia apoyado en un coche, fue reconocido por uno de los agentes con los que había tenido el incidente, y se lo comunicó a su mando, un suboficial.
«Patadas» y «guantazos»
Le pidieron que se identificara y le advirtieron: «ahora no te ríes». Según el joven, le empujaron contra la pared y le empezaron a dar «patadas» y «guantazos». Su reacción fue pedirles explicaciones, darse la vuelta y preguntar, aunque asegura que no les insultó ni se resistió. Esta versión fue corroborada por su novia.
Según declararon los agentes, sin embargo, el joven les llamó «hijos de puta, cabrones, os pego uno a uno..., qué vergüenza de policía», y empezó a autolesionarse dándose cabezazos contra la pared hasta llegar a arrancarse un pendiente que llevaba en la oreja. Para evitar que persistiera en su actitud y como la gente empezaba a aglomerarse, le introdujeron en el furgón y le advirtieron de que sería detenido si aumentaba su agresividad, momento en que le esposaron. En el juicio añadieron que se había negado a identificarse; a la magistrada le sorprende que no lo incluyeran en la denuncia inicial.
El joven permaneció varias horas en los calabozos y cuando quedó en libertad, acudió al médico. El agente encargado de la custodia no apreció que tuviera lesiones. El denunciante «no relata una agresión tremenda o una paliza, sino pequeños golpes que son compatibles con las lesiones que presenta, algunas visibles ya en comisaría», señala la resolución.



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