El
pasado Jueves 5 de noviembre, después del partido que se disputó entre un
equipo alemám y el Atlethic Club de Bilbao, la Ertzaina sacó
sus pelotas de goma, para amedrentar a algunos alborotadores, me da
igual de la afición que fueran, el caso es que como
siempre, la policía no mira, ni a quien da, ni a quien
deja de dar, ellos lanzan y ya está, somo muchos los que hemos
vivido la violencia policial y el que no lo ha visto lo sabe por
las imágenes que circulan por Internet, da igual de
país que sean, agrediendo ancianos, disparando bolas de goma y gases
lacrimógenos donde hay niños y personas que nada tienen que ver en
el conflicto.
Iñigo
Cabacas aficcionado del Atlethic Club de Bilbao, de 28
años, fue alcanzado por una pelota de goma, que le causó
una fuerte conmoción cerebral, que le hizo entrar en coma y a causa
de la cual, ayer por la mañana murió. Hoy se informa de que el
resultado de la autopsia concluye, que la muerte de Iñigo fue
causada por un pelotazo. Por internet se pueden leer, testimonios de
ciudadanos bilbainos que vivieron ese tremendo jueves de terror, que
aseguran haberse visto en medio del conflicto sin comerlo ni
beberlo.
¿Nos
van a decir que son daños colaterales? ¿Es que todo vale? ¿Es que
para disolver a 4 desaprensivos es necesario atacar a
cualquier ciudadano en movimiento? Lo peor de todo es que esa pelota
de goma que ha quitado la vida de Iñigo y ese policía que
le ha asesinado, son financiados y pagados con nuestros impuestos sin
que nadie nos haya preguntado si es mejor gastarlo en eso o en otra
cosa. Es horrible, indignante...... Lo que espero es que la muerte de
Iñigo no caiga en saco roto, no es un accidente, es el resultado de
lo que pasa en este país, no es fútbol, no es protesta, es
solo represión policial, orquestada por los gobiernos, a ellos les
da igual Iñigo, les damos igual todos, y si esa pelota en vez de a
Iñigo hubiese ido a para a un anciano o algún niño.
Aquí
os dejo un de testimonio, pero antes de ponerlo, deciros que por
suerte o desgracia he tenido la oportunidad de observar a la policia,
bastante y no en una ni en dos, si no en tres ocasiones les he visto
parar de correr cuando estaban a punto de coger a un verdadero
delicuente ¿Por qué? Porque las nuevas incorporaciones de unos años
a esta parte, son unos auténticos cobardes, en general, que digo yo
que alguno bueno habrá, pero se, porque lo he visto y no porque
nadie me lo haya contado que prefieren perder su tiempo metiendose
con un chaval de 20 años que se esté fumando un porro en su barrio,
cerca de su casa, que emplearlo en enfrentarse a delicuentes
realmente peligrosos, no vaya a ser que les pase algo, por lo visto
se les da mejor matar.
Mando
desde aquí mi más sincero pésame de mi parte y de parte de toda mi
familia, a la familia de Iñigo y a sus amigos, que ya no podrán
volver a disfrutar de su compañía. Dicho esto ahí van los
testimonios:
.....Laia
retoma el hilo de la narración. «Junto a mí hay dos niñas de 17
años histéricas. Les digo que se pongan detrás de mí para
intentar protegerse. ¡Es que no disparan al aire! Tiran a la misma
altura del cuerpo. Me fijo en uno de ellos. Está en la puerta
trasera de la furgoneta. Sale, dispara y se cubre con la puerta.
Vuelve a salir, dispara y se cubre. Como en una película», detalla.
«Ahora se lo estoy contando a mis amigos de Málaga y flipan».
Todo
es confusión a su alrededor. Las pelotas de goma vuelan por todos
los lados. «No sé qué hacer. Las dos chicas que me acompañan
intentan hablar con los policías para que paren. Les dan con la
porra. Decido saltar de la jardinera y refugiarme en un bar pero la
persiana está bajada y no puedo. En ese momento es cuando veo por
primera vez a Iñigo», advierte la joven.
«Está
tirado en el suelo. 'Dejarme ayudarle', les digo a la gente que está
con él. He sido socorrista y sé qué hacer. Tiene convulsiones y
los ojos parpadeando. No responde a nada. Saco las gafas y compruebo
que respira (el aliento empaña los cristales). A mi lado está
también una enfermera que intenta tomarle el pulso pero hay
demasiado ruido y jaleo. Iñigo tiene una herida en la parte de atrás
de la cabeza. Es grande y sangra muchísimo. Además de la oreja le
sale un hilo continuo de sangre. Le empiezo a preguntar '¿cómo te
llamas?' Les pido prestado las bufandas del Athletic a una chica y un
chico que están a mi lado para taponarle la herida. Cuando quito la
mano con la que le aguanto la cabeza me encuentro un coagulo de
sangre tan grande como mi palma. Tengo 32 años, así que mi mano no
es pequeña. Le apoyo en mi brazo para que no se ahogue si vomita. No
responde a nada. Le giro un poco y entonces empieza a vomitar. Le
retiro el vómito con mi mano. Vuelvo a coger las gafas».
Todo
ha transcurrido en un instante. De la celebración al drama. «Sigo
con Iñigo. No sé cuánto tiempo llevo. Alguien me coge del brazo.
Es un ertzaina. Me dice 'salte de aquí'. Le digo que no. 'Que te
salgas de aquí', me repite. 'Que no', le contesto. Es verdad que le
grito y le insulto de todo. Estoy muy nerviosa, pero en todo momento
intento hablar con Iñigo de forma tranquila. Le pregunto cosas pero
sigue sin responder. Después llega una ambulancia y se lo llevan.
Entonces entro en un bar y me lavo la sangre».
La
pareja malagueña tiene previsto presentar en las próximas horas en
un juzgado de la ciudad andaluza una declaración aún más detallada
para que sea tenida en cuenta en las investigaciones policiales. Su
testimonio, así como el de otros testigos que presenciaron los
incidentes permitirán esclarecer las circunstancias exactas que
desembocaron finalmente en el fallecimiento del joven vizcaíno.