jueves, 26 de abril de 2012

El Asesinato de Iñigo Cabacas


El pasado Jueves 5 de noviembre, después del partido que se disputó entre un equipo alemám y el Atlethic Club de Bilbao, la Ertzaina sacó sus pelotas de goma, para amedrentar a algunos alborotadores, me da igual de la afición que fueran, el caso es que como siempre, la policía no mira, ni a quien da, ni a quien deja de dar, ellos lanzan y ya está, somo muchos los que hemos vivido la violencia policial y el que no lo ha visto lo sabe por las imágenes que circulan por Internet, da igual de país que sean, agrediendo ancianos, disparando bolas de goma y gases lacrimógenos donde hay niños y personas que nada tienen que ver en el conflicto.

Iñigo Cabacas aficcionado del Atlethic Club de Bilbao, de 28 años, fue alcanzado por una pelota de goma, que le causó una fuerte conmoción cerebral, que le hizo entrar en coma y a causa de la cual, ayer por la mañana murió. Hoy se informa de que el resultado de la autopsia concluye, que la muerte de Iñigo fue causada por un pelotazo. Por internet se pueden leer, testimonios de ciudadanos bilbainos que vivieron ese tremendo jueves de terror, que aseguran haberse visto en medio del conflicto sin comerlo ni beberlo.

¿Nos van a decir que son daños colaterales? ¿Es que todo vale? ¿Es que para disolver a 4 desaprensivos es necesario atacar a cualquier ciudadano en movimiento? Lo peor de todo es que esa pelota de goma que ha quitado la vida de Iñigo y ese policía que le ha asesinado, son financiados y pagados con nuestros impuestos sin que nadie nos haya preguntado si es mejor gastarlo en eso o en otra cosa. Es horrible, indignante...... Lo que espero es que la muerte de Iñigo no caiga en saco roto, no es un accidente, es el resultado de lo que pasa en este país, no es fútbol, no es protesta, es solo represión policial, orquestada por los gobiernos, a ellos les da igual Iñigo, les damos igual todos, y si esa pelota en vez de a Iñigo hubiese ido a para a un anciano o algún niño.

Aquí os dejo un de testimonio, pero antes de ponerlo, deciros que por suerte o desgracia he tenido la oportunidad de observar a la policia, bastante y no en una ni en dos, si no en tres ocasiones les he visto parar de correr cuando estaban a punto de coger a un verdadero delicuente ¿Por qué? Porque las nuevas incorporaciones de unos años a esta parte, son unos auténticos cobardes, en general, que digo yo que alguno bueno habrá, pero se, porque lo he visto y no porque nadie me lo haya contado que prefieren perder su tiempo metiendose con un chaval de 20 años que se esté fumando un porro en su barrio, cerca de su casa, que emplearlo en enfrentarse a delicuentes realmente peligrosos, no vaya a ser que les pase algo, por lo visto se les da mejor matar.

Mando desde aquí mi más sincero pésame de mi parte y de parte de toda mi familia, a la familia de Iñigo y a sus amigos, que ya no podrán volver a disfrutar de su compañía. Dicho esto ahí van los testimonios:
.....Laia retoma el hilo de la narración. «Junto a mí hay dos niñas de 17 años histéricas. Les digo que se pongan detrás de mí para intentar protegerse. ¡Es que no disparan al aire! Tiran a la misma altura del cuerpo. Me fijo en uno de ellos. Está en la puerta trasera de la furgoneta. Sale, dispara y se cubre con la puerta. Vuelve a salir, dispara y se cubre. Como en una película», detalla. «Ahora se lo estoy contando a mis amigos de Málaga y flipan».

Todo es confusión a su alrededor. Las pelotas de goma vuelan por todos los lados. «No sé qué hacer. Las dos chicas que me acompañan intentan hablar con los policías para que paren. Les dan con la porra. Decido saltar de la jardinera y refugiarme en un bar pero la persiana está bajada y no puedo. En ese momento es cuando veo por primera vez a Iñigo», advierte la joven.

«Está tirado en el suelo. 'Dejarme ayudarle', les digo a la gente que está con él. He sido socorrista y sé qué hacer. Tiene convulsiones y los ojos parpadeando. No responde a nada. Saco las gafas y compruebo que respira (el aliento empaña los cristales). A mi lado está también una enfermera que intenta tomarle el pulso pero hay demasiado ruido y jaleo. Iñigo tiene una herida en la parte de atrás de la cabeza. Es grande y sangra muchísimo. Además de la oreja le sale un hilo continuo de sangre. Le empiezo a preguntar '¿cómo te llamas?' Les pido prestado las bufandas del Athletic a una chica y un chico que están a mi lado para taponarle la herida. Cuando quito la mano con la que le aguanto la cabeza me encuentro un coagulo de sangre tan grande como mi palma. Tengo 32 años, así que mi mano no es pequeña. Le apoyo en mi brazo para que no se ahogue si vomita. No responde a nada. Le giro un poco y entonces empieza a vomitar. Le retiro el vómito con mi mano. Vuelvo a coger las gafas».

Todo ha transcurrido en un instante. De la celebración al drama. «Sigo con Iñigo. No sé cuánto tiempo llevo. Alguien me coge del brazo. Es un ertzaina. Me dice 'salte de aquí'. Le digo que no. 'Que te salgas de aquí', me repite. 'Que no', le contesto. Es verdad que le grito y le insulto de todo. Estoy muy nerviosa, pero en todo momento intento hablar con Iñigo de forma tranquila. Le pregunto cosas pero sigue sin responder. Después llega una ambulancia y se lo llevan. Entonces entro en un bar y me lavo la sangre».
La pareja malagueña tiene previsto presentar en las próximas horas en un juzgado de la ciudad andaluza una declaración aún más detallada para que sea tenida en cuenta en las investigaciones policiales. Su testimonio, así como el de otros testigos que presenciaron los incidentes permitirán esclarecer las circunstancias exactas que desembocaron finalmente en el fallecimiento del joven vizcaíno.

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