viernes, 27 de abril de 2012

Robando tobillos, ojos y vidas


A finales de mayo del 2009, el Barça se proclamó campeón de la Champion League y así consiguió un gran triplete. Los amigos con los que vi el partido de la final eran del Barça y me fui con ellos a celebrarlo a Puerta Real de Granada, como es de comprender.

A un lado de la calle, unas cuantas lecheras de los antidisturbios estaban esperando a que algún provocador (¿o algún infiltrado?) diera el primer paso. Y así fue, pues se comenzó a tirar botellas al aire contra la policía nacional.

Incrédulos, nosotros no nos alejamos del lugar de inmediato pero al ver que los policías cargaban sus escopetas, nos dirigimos hacia una de las calles que desembocan en la Plaza del Carmen, donde está el ayuntamiento.

En un momento en que nos paramos para ver si la policía nos seguía, un chaval se topó con mis espaldas y cayó dolorido. El tobillo lo tenía a carne viva y él mismo gritó “ha sido una pelota, ha sido una pelota”. Entre varios lo apartamos a un lugar más resguardado para hacerle unos primeros auxilios. Ahí ya comencé a asustarme mucho vista la gravedad de la situación.

Los días siguientes de esta desastrosa celebración estuve pensando mucho en los medios que usa la policía para amedrentar a la gente y descubrí datos referentes a las pelotas de goma, la velocidad que alcanzan, en qué momentos se utilizan, etc.

Ahora, tres años después, otra pelota de goma ha destrozado muchas vidas de golpe: la de los amigos, familiares y conocidos de Íñigo Cabacas. Él era aficionado de mi equipo, el Athletic de Bilbao, que al igual que aquel chico en el 2009 salió a celebrar la victoria de su equipo y sabe dios si ha tenido graves secuelas físicas. Cuando murió Íñigo, algo dentro mí también murió, algo dentro de todos nosotros.
Como vemos, la historia no ha cambiado mucho: sigue siendo la misma de siempre.

 Las pelotas roban tobillos, ojos y vidas. Pero claro, ellas no vuelan solas. Vuelan porque alguien apretó el gatillo cumpliendo unas órdenes… entonces, de pronto, la pirámide jerárquica cumple con una función muy extendida y “normal”, la del corporativismo, la de guardarse las espaldas los unos a los otros y me parece increíble que digan que “la ciudadanía ha convertido en los malos de película” a las fuerzas del Estado y de Seguridad.

No podemos permitir que ocurran más estas cosas. Íñigo debe ser la última víctima.
ÍÑIGO GOGOAN ZAITUGU!!

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo no lo podemos permitir, gracias por el artículo, creo que tiene un gran valor ya que se escribe desde la experiencia personal.

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