A finales de mayo del 2009, el
Barça se proclamó campeón de la Champion League y así consiguió un gran
triplete. Los amigos con los que vi el partido de la final eran del Barça y me
fui con ellos a celebrarlo a Puerta Real de Granada, como es de comprender.
A un lado de la calle, unas
cuantas lecheras de los antidisturbios estaban esperando a que algún provocador
(¿o algún infiltrado?) diera el primer paso. Y así fue, pues se comenzó a tirar
botellas al aire contra la policía nacional.
Incrédulos, nosotros no nos
alejamos del lugar de inmediato pero al ver que los policías cargaban sus
escopetas, nos dirigimos hacia una de las calles que desembocan en la Plaza del
Carmen, donde está el ayuntamiento.
En un momento en que nos paramos
para ver si la policía nos seguía, un chaval se topó con mis espaldas y cayó
dolorido. El tobillo lo tenía a carne viva y él mismo gritó “ha sido una
pelota, ha sido una pelota”. Entre varios lo apartamos a un lugar más
resguardado para hacerle unos primeros auxilios. Ahí ya comencé a asustarme mucho
vista la gravedad de la situación.
Los días siguientes de esta
desastrosa celebración estuve pensando mucho en los medios que usa la policía
para amedrentar a la gente y descubrí datos referentes a las pelotas de goma,
la velocidad que alcanzan, en qué momentos se utilizan, etc.
Ahora, tres años después, otra
pelota de goma ha destrozado muchas vidas de golpe: la de los amigos, familiares
y conocidos de Íñigo Cabacas. Él era aficionado de mi equipo, el Athletic de
Bilbao, que al igual que aquel chico en el 2009 salió a celebrar la victoria de
su equipo y sabe dios si ha tenido graves secuelas físicas. Cuando murió Íñigo,
algo dentro mí también murió, algo dentro de todos nosotros.
Como vemos, la historia no ha
cambiado mucho: sigue siendo la misma de siempre.
Las pelotas roban tobillos, ojos y vidas. Pero
claro, ellas no vuelan solas. Vuelan porque alguien apretó el gatillo
cumpliendo unas órdenes… entonces, de pronto, la pirámide jerárquica cumple con
una función muy extendida y “normal”, la del corporativismo, la de guardarse
las espaldas los unos a los otros y me parece increíble que digan que “la
ciudadanía ha convertido en los malos de película” a las fuerzas del Estado y
de Seguridad.
No podemos permitir que ocurran
más estas cosas. Íñigo debe ser la última víctima.
ÍÑIGO GOGOAN ZAITUGU!!
Estoy de acuerdo no lo podemos permitir, gracias por el artículo, creo que tiene un gran valor ya que se escribe desde la experiencia personal.
ResponderEliminarMuchas gracias :)
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